La potencia
del aprendizaje por descubrimiento radica en el contacto directo que niños y
niñas tienen con el entorno. A través de la experiencia de sus sentidos
vitales, del tacto, el movimiento y el equilibrio, se favorecen las redes y
conexiones internas que beneficiarán la óptima maduración biológica,
despertando las ganas de aprender y de explorar, facilitando el desarrollo
motriz y activando su imaginación a través del juego.

Relacionarse
con la naturaleza, el árbol, el río, los animales, son aspectos connaturales al
ser humano y en la medida que se faciliten y amplíen estos vínculos al medio en
el cual crecemos, más posibilidades existen que sus beneficios se extiendan a
los años que siguen.
La actividad
educativa de hoy nos llama a re-crear formas de relación en las cuales
potenciemos la vivencia de sentir el esfuerzo y logro junto al placer,
disfrutar el ejercicio, la libertad de sentir sabores, olores, sonidos,
sensaciones, desafíos y encuentros. En definitiva, desplegar nuestro potencial
en juegos donde los materiales e instrumentos seamos nosotros mismos.

Esto sucede
porque permite sentirse parte de un mundo que sólo se construye desde la
vivencia directa en espacios y oportunidades de encuentro. En caso contrario,
mientras más sedentario permanece, sin necesidad de generar recursos que le
presenten nuevas contingencias, nuevos despliegues de sí mismo, se produce un
proceso de falta de interés, de acumulación de energías, poco aprendizaje y
menos habilidad para la autonomía.

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